Fue en la prehistoria cuando se empezaron a
comer los cereales, la imaginación popular de aquellas eras remotas descubrió
la mezcla de semillas hervidas con vegetales y hierbas. A veces, se molían los
cereales y la mezcla se secaba al sol sobre una piedra. Esta especie de
“galletas” con harina y agua eran muy duras y resistentes, y sirvieron de
alimento a nuestros antepasados durante mucho tiempo. En el principio la
utilización de la masa de harina de cereal fue constante como alimento
preparado por el hombre quien, al descubrir el fuego, aumentó las posibilidades
para transformar la calidad, la cantidad, la durabilidad y el sabor de sus
alimentos.
Las primeras referencias escritas para la
palabra galleta tal y como la conocemos, provienen de la palabra francesa “galette” con la que al menos desde 1636,
se referían al pan sin levadura elaborado para consumir en los barcos. También
se utilizó la palabra “galette” para
designar a una especie de hojuela o crepa que los franceses comían en el Siglo
XIII.
Casi todos los indicios apuntan a que las
primeras galletas fueron elaboradas hace unos 10.000 años por los nómadas, los
cuales necesitaban un alimento fácil de transportar y con un alto aporte de
energía. Su preparación fue en cierto modo una coincidencia, al someter por
error una pasta de cereales a altas temperaturas. Ésta no tenía levadura y
tomaba la misma consistencia que el pan.
Sin embargo, el origen de las galletas está
relacionado con la historia del azúcar, imprescindible para darle esta denominación
a la pasta horneada que se hace de harina, mantequilla y azúcar, o de harina de
trigo, huevo y azúcar. Una vez horneadas, las galletas poseen una gran duración
y son un recurso muy alimenticio durante los viajes. La primera mención de
la historia sobre las galletas procede del Imperio Persa, alrededor del año 500
a.n.e. Los soldados de Darío, descubrieron el azúcar a orillas del río Indo,
durante una de sus expediciones de conquista, de una planta que según sus
testimonios “produce miel sin la ayuda de las abejas”. Los persas
aprendieron a evaporar el jugo de la caña de azúcar en la India. Los chinos
harían lo mismo más tarde, en el siglo II a.n.e. En las cortes de China y
Persia se consumían pasteles y galletas de gran calidad.
En la edad antigua las galletas eran muy
sencillas ya que no tenían mucha variedad pues eran simples láminas de cereales
mojados, duras y planas. Pero en esos tiempos eran de mucha utilidad pese a su
textura y poca variedad, dado que las utilizaban mucho los soldados y marineros
para poder llevar un alimento fácil de cargar, pero también eran consumidas por
la gente de clase obrera. En este tiempo era la misma preparación antes
mencionada solo que ya preparada se tomaba mojadas en vino o sopa.
Los griegos, que no conocían el azúcar,
tampoco conocían las galletas, y en los viajes llevaban pan ácimo, que era una
masa simple cocida de harina de cereal y agua que era habitual en las bolsas de
los habitantes de la antigüedad y también en la Edad Media.
Alejandro Magno invade Persia en el siglo IV
a.n.e y extiende el conocimiento del azúcar por todo el Mediterráneo, pero no
su cultivo, que exige un clima cálido, que llegaría con los árabes después de
la conquista de la Península Ibérica en el siglo VIII, e introdujeron en el sur
de Europa la fabricación de pasteles y galletas dulces que eran de uso común en
Persia.
Fue en Roma en el siglo III cuando el chef Apicius
coció una masa de cereales por un lado y por otro, y la bautizó como “Bis Coctum”, que después dio origen al
vocablo ingles biscuit.
En el siglo X aparecieron las primeras
alusiones en Francia a las galletas (panis
biscotus, en latín). La expresión procede de los escritos del monje
benedictino Abbon de Fleury (945-1004),
uno de los sabios más grandes de su tiempo. En Italia adquirirían el nombre de
biscotti, dos veces cocido.
En la edad media se generalizo el cultivo de
cereales y aumento la población y esto provoco que las galletas aumentaran su
popularidad. En esta época se les añadió huevo y el jugo de la carne para que
tuvieran más nutrientes, esto las hizo muy populares en las embarcaciones,
tanto que llegó a sustituir el pan gracias a su conservación y facilidad de
transporte. Un dato curioso acerca de ellas fue que las llevaban en las tres
carabelas al mando de Cristóbal Colón, que el 12 de octubre de 1492
arribaron al continente americano. Haciendo referencias a la historia, se
decía que "las naves de Colón,
partieron del Puerto de Palos, cargadas de hombres, armas, pellejos de vino y
cántaros de agua envueltos en piel, tocino y barriles de galletas duras y
quebradizas."
En el siglo XI, la fabricación de galletas
se restringía a algunas cortes europeas, por ejemplo la francesa de Savoya,
donde se consumían las savoiardi o “galletas de Savoya”, a veces llamadas “lenguas”, que eran duras, un tanto
esponjosas y con forma de dedo. En el siglo XVIII, Catalina de Rusia y su
marido Pedro el Grande se quedaron encantados con estas galletas y las llevaron
a la corte rusa. En 1901, empezó a fabricarlas a gran escala la empresa
Speciality Bakers de Pennsylvania, Estados Unidos.
En la época renacentista fueron los Medicis quienes
a llevaron a la corte por primera vez las galletas, ofreciéndolas como algo de
muy buen gusto, y que se podía acompañar con bebidas calientes, como el
chocolate que en ese tiempo recién había sido descubierto. Además le otorgaron
una categoría de dulce elegante y refinado. Desde entonces comenzaron a
incluirse más ingredientes en su elaboración y también a idearse nuevas formas
de presentarlas.
En 1596, bajo el reinado de Elizabeth en
Inglaterra, se publicó uno de los primeros libros que contenía recetas de
galletas, The good housewife jewel,
de Thomas Dawson. En una de las recetas se proponía hacer una mezcla de harina
fina, agua de calidad, huevos y azúcar, entre otros ingredientes, como el
clavo, que le añadirían sabores especiales.
Durante los siglos XVI y XVII, la galleta
ocupó un lugar preferente en las bodegas de barcos y navíos de vela, carabelas
y buques. El uso de la galleta como sustituto del pan se generalizó en
expediciones y travesías largas, o durante las guerras, por lo embarazoso que
resultaba el transporte del pan, dado su gran volumen y la imposibilidad de una
larga conservación. Durante los siglos XVI y XVII, la galleta ocupó un
lugar preferente en las bodegas de los barcos, y navíos de vela.
En el siglo XVII la profesión de panadero
estaba en manos de gremios y asociaciones que obligaban a un aprendizaje a
fondo del arte de hacer pan y pasteles. En 1615, el inglés Gervase Markham
publicó The english housewife, (La
mujer inglesa), con nuevas recetas de galletas en las que se introdujo un poco
de leche. En 1671, sir Kenelme Digbie mostró la manera de hacer excelentes
galletas pequeñas con harina, azúcar, grosellas, mantequilla, un toque de crema
de leche y huevos.
Durante los siglos XVII y XVIII, todo el
azúcar que se consumía en Europa procedía de las plantaciones en las colonias
americanas de caña de azúcar. Era un bien escaso, y aunque durante las
festividades señaladas se fabricaban galletas en casa y se vendían en las
panaderías más reputadas, siguió siendo algo solo reservado a las clases
adineradas hasta el siglo XIX, en que se empieza a producir el azúcar de
remolacha en Francia.
La revolución industrial produjo que la
galleta adquiriera un protagonismo propio en la industria alimentaria, como ya
había ocurrido en otros países Europeos.
Los inmigrantes europeos introducen la
manera de hacer galletas en Estados Unidos. En el sur, donde las damas inglesas
mantienen las costumbres de su país de origen, se denominan tea cakes (pasteles
de té). En 1792, la panadería Pearson & Sons Bakery de Chicago, Estados
Unidos, empieza a fabricar un tipo de galleta de largo período de duración
antes de caducar, para marineros. Ese año se empiezan a fabricar en un
monasterio italiano los almendrados, una especie de galleta de forma redondeada
e irregular con el interior blando fabricada con almendras molidas y muchas
veces con coco y aromatizada con chocolate, especias y aromas
diversos. Los carmelitas franceses, que debían permanecer encerrados en los
monasterios durante la Revolución, empezaron a fabricar estas galletas para
abastecerse de alimentos que se pudieran conservar. En inglés se llamaron macaroon, y en italiano amaretti, pues las confeccionaban con
almendras amargas.
En el siglo XVIII los alemanes introducen en
Estados Unidos la expresión koekje,
pastel pequeño, que se transforma en cookie, nombre de la galleta en América
del Norte. Las recetas se multiplican. La construcción del tren permite que las
naranjas y los cocos del sur lleguen al norte y se añadan a las galletas.
En 1801, Josiah Bent inventó las crackers, galletas hechas de harina y
agua que pueden aguantar largos viajes por mar. Se llamaron así por el sonido
que hacían al morderlas. Fueron las primeras galletas saladas, que tendrían
numerosas variaciones. Las crackers se emplearon durante la Guerra Civil
Americana. Fueron lo más parecido al pan ácimo que llevaban en el morral los
legionarios romanos.
En Alemania, durante el siglo XIX, se
instauró la costumbre de regalarse galletas los domingos de diciembre. Los
alemanes recogieron esta costumbre de la antigua Roma, donde se regalaban
bollos y panes, primero durante las Saturnales y después, en la Roma cristiana,
durante la Navidad. En cuanto se dieron cuenta de que antes de hornear las
galletas podían estamparse en ellas imágenes de animales, casas o escenas de la
Biblia, se crearon las llamadas delicias de Navidad, en alemán springerle, galletas de anís, galletas
de mantequilla o galletas de canela con almendras.
En el siglo XIX, la galleta se consolidó
cumpliendo una importante función social, presente en la dieta de los mineros
de Gales, de los obreros de las primeras fábricas de Manchester y de los
soldados destacados en Australia. De las primeras industrias artesanas, se pasó
a otras mecanizadas y con un proceso de fabricación acorde con la creciente
demanda y rentabilidad del producto.
El siglo XIX fue el de mayor auge de las
galletas. La fabricación industrial de galletas empieza en el siglo XIX, en
primer lugar por la demanda de las empresas navieras, que necesitan un producto
alimenticio de larga duración. En Francia, Louis-Lefevre Utile ideó una manera
de competir con las galletas británicas, que estaban de moda en
Europa. Mezcló harina, mantequilla, azúcar y leche, y a la galleta
resultante le dio una forma rectangular, con los bordes en forma de sierra y
las cuatro esquinas más gruesas, así surgió "les petit beurres" la galleta francesa por excelencia.
Las galletas de todo tipo siempre han tenido
una gran demanda, sobre todo para los viajes en barco, donde se requieren
alimentos nutritivos que no se echen a perder. Los escoceses fabricaron
galletas con harina de avena, las oatcookies,
que llegaron a Australia con los emigrantes para convertirse en la base de las Anzac biscuit, galletas del ejército de
Australia y Nueva Zelanda.
En 1867 el farmacéutico alemán Henri Nestlé,
funda en Suiza la empresa Nestlé (“pequeño nido” en dialecto local) que en un
principio fabrica comida para niños lactantes. Y en 1897 se publica la
primera receta conocida de los brownies, galletas en forma de barrita de
chocolate de color oscuro, en el catálogo de Roebuck. En 1898 en Estados Unidos
se unen 114 panaderías para formar la National Biscuit Company, que en 1971
pasará a llamarse Nabisco. Dicha compañía en 1902 inventó las Bamum’s Animal cookies, galletas con
formas de animales, también llamadas Circus cookies, pues se vendían dentro de
una pequeña jaula con una cuerda para colgarlas del árbol de Navidad.
A principios del siglo XX, aparecieron los grandes
fabricantes, United Biscuit, Krafts y Nestlé, y las pequeñas empresas que en
cada país popularizaron su propio surtido.
En 1903 James Lewis Krafts (1874-1953),
nacido en Ontario, de padres menonitas, también inventor del queso en lonchas,
fundó la empresa J.L Kraft & Bros. Company, que más tarde se convertirá en
Krafts Foods Inc., la segunda mayor empresa de alimentación del mundo después
de Nestlé, y ambos grandes fabricantes de galletas. Hasta 1916, en que la
empresa se amplió con otras ramas alimentarias, basó su producción en las
lonchas de queso.
En 1912 Nabisco inventó una galleta formada
por dos discos de chocolate unidos con crema que se llamará desde ese momento
Oreo.
En 1930, se introduce la mantequilla de maní
en la fabricación de las galletas en Estados Unidos. En 1937, Ruth Graves
Wakefield, de Massachusetts, inventa la primera galleta con chips de
chocolate. Ruth hace famoso el invento a través de su programa de radio “Comidas famosas de lugares famosos por su
comida”. Llama a su invento toll
house y le vende la idea a Nestlé en los años cuarenta.
Una de las galletas más populares en la
actualidad son las conocidas galletas de la fortuna. Según la leyenda, las
galletas de la fortuna fueron inventadas en los siglos XII o XIII por los
chinos que defendían el imperio contra el ataque de los mongoles. Los
soldados chinos se enviaban mensajes en papel de arroz introducido dentro de
unos pasteles de que tenían el tamaño de un pequeño mantecado y que estaban
rellenos. Debido a que a los mongoles estos pastelillos no les gustaban, no les
hicieron caso. Las galletas de la fortuna las fabricó por primera vez en
Estados Unidos el paisajista japonés Makota Hagiwara en torno a 1900, en Los
Angeles. En 1920, empieza a fabricarlas en su panadería de los Ángeles el
inmigrante chino David Jung. Y en 1960, Edward Louis, de San Francisco, inventa
una máquina que introduce el papelito durante el proceso de fabricación.
Existen tres tipos básicos de galletas:
• Las galletas que usan una masa dura o semidura,
con la que fabrican las variedades tradicionales.
• Las galletas que usan una masa blanda para
fabricar bizcochos y pastas.
• Las galletas que usan una masa líquida para fabricar
los barquillos.
Por último, el Diccionario de Nutrición y
Tecnología de Alimentos establece que “las galletas son esencialmente productos
con muy poca humedad, hechas con harina, ricas en grasa y azúcar, de alto
contenido energético”. Este mismo diccionario sugiere que su acepción derivada
del inglés y de nombre inglés de “biscuit” deriva del latín y significa que ha
sido cocida dos veces, lo que explica su bajo contenido en agua.
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