LA TEORÍA DE LOS SEIS GRADOS DE SEPARACIÓN

 


  La teoría de los seis grados de separación es aquella que plantea que cualquier persona en el mundo puede estar conectada a cualquier otra persona a través de una cadena de conocidos de no más de seis personas. La teoría fue inicialmente propuesta por el autor y dramaturgo húngaro Frigyes Karinthy, que en 1929 escribió el relato breve “Láncszemek” (“Enlaces”), aunque el nombre de la teoría se adoptó en los años 60. En dicho relato, el protagonista propone una apuesta a sus amigos: podría relacionarse con cualquiera de los 1.500 millones de habitantes del planeta (la población en 1930) usando solo cinco individuos. Los amigos le iban proponiendo personajes, y el protagonista conseguir enlazar a todos con razonamientos como "yo conozco a un amigo que es aficionado al tenis, que conoce a una persona que juega al tenis con el director de un torneo internacional que conoce al Rey de Suecia, aficionado al tenis, y que también conoce al último Premio Nobel de Literatura, porque le ha entregado el premio. Así que yo podría contactar con el Premio Nobel de Literatura". Esta idea, en 1930, era indemostrable, y se consideraba solo una teoría fantástica, propia del cuento en donde había nacido.

El concepto está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena y sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera. Esta teoría fue recogida en el libro “Six Degrees: The Science of a Connected Age” del sociólogo canadiense Duncan Watts, el cual asegura que es posible acceder a cualquier persona del planeta en tan sólo seis “saltos”.

  La teoría de los seis grados de separación afirma que es posible contactar con cualquier persona del planeta, usando un máximo de cinco intermediarios. Seis, contando al destinatario. Parte de la idea de que cada persona conoce en promedio a unas 50 o 100 personas, contando familiares, amigos, conocidos, etc. Ahora con Internet este número ha crecido, pero antes de las redes sociales esa era más o menos la media. Según esta teoría, en un primer grado se ubican esas 100 personas que marca el promedio. Si cada uno de esos amigos o conocidos cercanos se relaciona con otras 100 personas, cualquier individuo puede pasar un mensaje a 10.000 personas más tan sólo pidiendo a un amigo que pase dicho mensaje a sus amigos. Estos 10.000 individuos serían contactos de segundo grado, que un individuo no conoce pero que puede conocer fácilmente pidiendo a sus amigos y familiares que se los presenten. Si esos 10.000 conocen a otros 100, la red ya se ampliaría a 1.000.000 de personas conectadas en un tercer grado, a 100.000.000 en un cuarto grado, y a 10.000.000.000 en un quinto nivel, que ya supera la población total del planeta que es de aproximadamente 7.700.000.000. El sexto y último grado abarcaría a 1.000.000.000.000 de personas, es decir, un billón.

En seis pasos, y con las tecnologías disponibles, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta. La teoría de los seis grados de separación prueba que cualquiera persona en la tierra está conectada a cualquier otra persona a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Es decir; prueba que todos estamos unidos, todos de alguna manera nos necesitamos, sin importar distancias o posiciones sociales.

  Esta teoría al principio se consideraba indemostrable, pero que fue rescatada del olvido con el auge de Internet. Hoy el mundo está tan interconectado, que algunos expertos creen que se puede reducir de seis a cuatro grados. La teoría de los seis grados de separación solo podría formularse en un mundo globalizado. Por eso no surgió hasta el siglo XX cuando el tren, los barcos y aviones, o el teléfono, ya permitían conectar a personas de todo el planeta. Pero no fue hasta los años 90 que la idea de los seis grados cobró popularidad con Six degrees of separation, una obra de teatro escrita por el dramaturgo y guionista John Guare, estrenada en 1990 y adaptada al cine en 1993. En ella el personaje de Ouisa, en el clímax, mira al público y cuenta que leyó en algún lado que cualquier persona en el planeta está separada de cualquier otra por apenas seis personas. Lo difícil es encontrar a las seis personas indicadas.

  Esta era una teoría impensable en el mundo antiguo o en la Edad Media, porque entonces se tardaba meses en viajar por el mundo, y los contactos eran muy limitados.  Las redes sociales han sido un gran apoyo a la teoría de los seis grados de separación, porque son una demostración práctica de sus ideas. Todos hemos visto docenas de casos de gente que ha encontrado a familiares y amigos perdidos durante décadas, gracias a las redes sociales. La cada vez mayor conectividad de Internet, ha llevado a muchos formular una nueva teoría: la de los cuatro grados de separación. Las primeras pruebas con los seis grados de separación se hicieron cuando todavía no eran populares herramientas como el correo electrónico o Facebook. Con la aparición de las redes sociales y los medios modernos de comunicación se ha demostrado que la distancia es, en efecto, menor que seis.

  No obstante, pese a que es un concepto fascinante y muchos expertos creen que, gracias a Internet, acabará convirtiéndose en realidad, esta teoría tiene algunas falencias: supone que cada persona conoce a otras 100 que son completamente distintas a las del resto de familiares y amigos. En la práctica esto es imposible, porque los familiares y amigos tienen a muchos conocidos en común. Pero como la teoría alcanza a un billón de personas y en la Tierra vive mucha menos gente, aunque eliminemos a amigos comunes podríamos seguir dentro de esa cifra. Además, ahora con Internet la mayor parte de la personas conocen a más de 100 personas, y la red de amigos se extiende a todo el mundo, no solo a un círculo local. Además, para que los seis grados de separación funcionen, todo el mundo tiene que estar dispuesto a colaborar. Pero en la vida real algún miembro de la cadena puede negarse a buscar a sus contactos. Finalmente aunque ese contacto sea posible, no quiere decir que se pueda producir. Quizá puedas llegar hasta cualquier persona (incluidas personalidades prominentes) con solo 5 contactos, pero eso no significa que se establezca una conversación o una relación.

  Pese a estas dificultades, se han realizado intentos de demostrar la teoría. En los años 50, el académico estadounidense Ithiel de Sola Pool del Instituto Tecnológico de Massachusetts y el matemático e informático austríaco nacionalizado estadounidense Manfred Kochen de IBM, utilizaron ordenadores de la época para intentar demostrar esta teoría matemáticamente. Pero tras años de intentos con diferentes ecuaciones matemáticas no dieron con la solución, ya que las variables son muchas: no se sabe cuántas personas solitarias que no tiene conocidos, o muy pocos, hay en el mundo, cuántas poblaciones aisladas, qué influencia tiene que una persona sea más o menos famosa, etc.

  Ahora bien, el hecho de que únicamente sean necesarios seis altos resulta más difícilmente demostrable. El número en concreto de “saltos” fue objeto de arduo debate hasta 1967, en que el conocido psicólogo estadounidense Stanley Milgram realizó una serie de experimentos intentando resolver la incógnita, en lo que se denominó “the small world problem”. En uno de ellos, Milgram proporcionó a diferentes personas al azar una serie de cartas para que las hicieran llegar a una persona desconocida situada en Massachusetts, únicamente a través de sus conocidos. Si bien muchas de las cartas nunca llegaron, entre otras cosas porque muchos participantes no las pasaron o sus contactos no siguieron intentándolo, en los casos en que sí lo hicieron se contabilizó un promedio de seis pasos. Los experimentos de Milgram en este sentido podrían ser poco representativos, pero posteriormente se realizaron otras investigaciones (y algunas relativamente recientes, como una en 2001) que parecen mostrar que el número de saltos necesarios, aunque no absoluto, en promedio sigue siendo de alrededor de seis saltos. Ha corrido el tiempo desde que la teoría fue propuesta por primera vez, y son múltiples los avances sociales y tecnológicos que han ido apareciendo desde entonces. Entre ellas podemos encontrar la aparición de Internet y de las redes sociales, las cuales facilitan la interacción entre personas de todo el mundo. Así, en la actualidad puede ser incluso más fácil establecer un contacto entre personas muy alejadas y diferentes entre sí. Además, el uso de estas redes permite no solo el contacto, sino el cálculo de la separación entre personas.

  También hay que señalar que pese a que esta teoría puede estar relativamente sustentada, hay que tener en cuenta que existen una gran cantidad de variables que pueden interferir en el número concreto de saltos: no es lo mismo entrar en contacto con alguien de tu misma ciudad que de otro continente, o que tenga otra lengua. Igualmente variará la dificultad en función de si la persona es más o menos conocida a nivel popular, o si comparte o no una afición o un trabajo. Otro problema lo encontramos en los medios: hoy en día podemos generar contactos más diversos gracias a las nuevas tecnologías, pero quienes no las tienen no gozan de dicha opción.

  Esta teoría tiene su utilidad en múltiples sectores. Uno de ellos es el de las redes de trabajo en el mundo de la empresa, de tal manera que permite estudiar cómo formar carteras de clientes y contactos que puedan facilitarlos. También en marketing y publicidad podría aplicarse, a la hora de tener en cuenta la formación de cadenas de contactos a la hora de favorecer la venta de un servicio o producto. Y por supuesto también tiene utilidad a nivel educativo, pues puede aprovecharse y tenerse en cuenta de cara a la transmisión de valores sociales, programas de prevención, información y cultura general.


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