La
Luna es el único satélite natural de la Tierra. Con un diámetro ecuatorial de
3476 km, es el quinto satélite más grande del sistema solar. Posee un diámetro
de aproximadamente un cuarto del diámetro de la Tierra y una masa de 7,349 × 1022 kg, lo que representa un 1.23% de
la masa de nuestro planeta (que es de 5,9736×1024 kg).
Se ubica a una distancia de 384,400 km.
La
Luna se encuentra en relación síncrona (o en acoplamiento de marea) con la
Tierra, o sea, siempre mostrando la misma cara hacia el planeta. El hemisferio
visible está marcado con oscuros mares lunares de origen volcánico entre las
brillantes montañas antiguas y los destacados cráteres de impacto, también
llamados astroblemas.
La
Luna es el único cuerpo celeste, fuera de nuestro planeta obviamente, que ha
podido pisar el ser humano, a través de descensos tripulados. Aunque el
programa Luna de la Unión Soviética fue el primero en alcanzar la Luna con una
nave espacial no tripulada, el programa Apolo de Estados Unidos realizó las
únicas misiones tripuladas al satélite terrestre hasta la fecha, comenzando con
la primera órbita lunar tripulada por el Apolo 8 en 1968, y seis alunizajes
tripulados entre 1969 y 1972, siendo el primero el Apolo 11 en 1969, y el
último el Apolo 17 en 1972. Hasta la fecha,
desde que el astronauta estadounidense Neil Armstrong lo hizo el 20 de
julio de 1969, solo otros once hombres han puesto sus pies en el suelo lunar,
siendo el último de ellos el estadounidense Eugene Cernan en diciembre de 1972.
Sin embargo, hoy en día aún no está del todo claro
cuál es el origen de nuestro satélite. La comunidad científica aun
permanece dubitativa, y en diversos debates alrededor de la interrogante: ¿De
dónde viene y cómo llegó allí? Esta no es una pregunta fácil de
responder, y diversas teorías se han esgrimido con diferentes argumentos.
Sabemos
que la Luna se formó aproximadamente hace 4527±10 millones de años. Esta edad
se ha calculado según la datación del isótopo de las rocas lunares que se han
ido recogiendo en las misiones tripuladas, entre 30 y 50 millones de años luego
del origen del sistema solar. Pero en lo referente al modo en que se formó, hay,
básicamente, cuatro posibilidades principales:
- Era un astro independiente que, al pasar cerca de la Tierra, quedó capturado en su órbita.
- La Tierra y la Luna nacieron de la misma masa de materia que giraba alrededor del Sol.
- La Luna surgió de una especie de "hinchazón" de la Tierra que se desprendió por la fuerza centrífuga.
- Se originó como resultado de una colisión entre la joven Tierra y un protoplaneta del tamaño de Marte, que recibe el nombre de Tea (o Theia) u ocasionalmente Orpheus u Orfeo.
La
primera hipótesis, denominada “de captura”,
supone que la Luna era un astro planetesimal independiente, formado en un
momento distinto al nuestro y en un lugar alejado. La Luna inicialmente tenía
una órbita elíptica con un afelio (punto más alejado del Sol) situado a la
distancia que le separa ahora del Sol, y con un perihelio (punto más cercano al
Sol) cerca del planeta Mercurio. Esta órbita habría sido modificada por los
efectos gravitacionales de los planetas gigantes, que alteraron todo el sistema
planetario expulsando de sus órbitas a diversos cuerpos, entre ellos, nuestro
satélite. La Luna viajó durante mucho tiempo por el espacio hasta aproximarse a
la Tierra y fue capturado por la gravitación terrestre.
Sin
embargo, es difícil explicar con esta hipótesis cómo sucedió la importante
desaceleración de la Luna, necesaria para que ésta no escapara del campo
gravitatorio terrestre.
La
segunda hipótesis, o “hipótesis de fisión”
supone que originariamente la Tierra y la Luna eran un sólo cuerpo y que parte
de la masa fue expulsada, debido a la inestabilidad causada por la fuerte
aceleración rotatoria que en aquel momento experimentaba nuestro planeta. La
parte desprendida conservó parte del momento angular del sistema inicial y, por
tanto, siguió en rotación que, con el paso del tiempo, se sincronizó con su
periodo de traslación.
Se
cree que la zona que se desprendió corresponde al Océano Pacífico, que tiene
unos 180 millones de kilómetros cuadrados y con una profundidad media de 4.049
metros. Sin embargo, para poder separarse una porción tan importante de nuestro
planeta, éste debería haber rotado a una velocidad tal que diese una vuelta en
tan sólo tres horas. Parece imposible tal velocidad, p ya que, al girar
demasiado rápido, la Tierra no se hubiese formado porque entonces tendría un exceso de momento angular.
La
tercera hipótesis, también llamada de “la
acreción binaria” supone la formación al mismo tiempo tanto de la Tierra
como de la Luna, a partir del mismo material y en la misma zona del Sistema
solar. A favor de esta teoría se encuentra la datación radioactiva de las rocas
lunares traídas a nuestro planeta por las diversas misiones espaciales, las
cuales fechan entre 4.500 y 4.600 millones de años la edad lunar,
aproximadamente la edad de la Tierra.
Pero
el fallo principal de esta hipótesis consiste en que, si los dos se crearon en
el mismo lugar y con la misma materia: ¿cómo es posible que ambos posean una
composición química y una densidad tan diferentes? En la Luna abunda el titanio
y los compuestos exóticos, elementos para nada abundantes en nuestro planeta, o
al menos no en las capas más superficiales.
La hipótesis del “gran impacto” se erige como la preferida o quizás la más acertada durante
decenios, en parte porque explica el gran tamaño de nuestro satélite y la
ausencia de agua en él. Supone que nuestro satélite se formó tras la colisión
contra la Tierra de un cuerpo de aproximadamente un séptimo del tamaño de
nuestro planeta. El impacto hizo que bloques gigantescos de materia saltaran al
espacio para posteriormente y, mediante un proceso de acreción similar al que
formó los planetas rocosos próximos al Sol, generar la Luna.
Lo
más dudoso de esta teoría es que tendrían que haberse dado demasiadas
coincidencias juntas. Si bien la probabilidad de impactar con un astro errante
era muy alta al inicio del Sistema Solar, más difícil es que la colisión no
desintegrase totalmente el planeta y que los fragmentos fuesen lo
suficientemente grandes como para poder generar un satélite.
La
teoría del impacto ha sido reproducida con ayuda de ordenadores, simulando un
choque con un objeto cuyo tamaño sería equivalente al de Marte, y que, con una
velocidad inferior a los 50.000 km/h, posibilitaría la formación de un
satélite.
No
obstante, recientemente se ha propuesto
que nuestro satélite, la Luna, se formó no como resultado de una colisión
gigante única (Theia) sino por una serie de grandes impactos concatenados. Esto
explicaría el motivo por el que la Luna parece estar compuesta por material muy
parecido al de la Tierra y no por una combinación de remanentes terrestres y de
restos de otro planeta.
Últimamente
ha aparecido también otra explicación a la que dan el nombre de “Hipótesis de precipitación” según la
cual, la energía liberada durante la formación de nuestro planeta calentó parte
del material, formando una atmósfera caliente y densa, sobre todo compuesta por
vapores de metal y óxidos. Estos se fueron extendiendo alrededor del planeta y,
al enfriarse, precipitaron los granos de polvo que, una vez condensados, dieron
origen al único satélite de la Tierra.
Pero
como se puede notar, cada una de las teorías expuestas plantea un origen
distinto y responden en parte algunas cuestiones sobre la Luna, pero también
poseen “lagunas” o elementos que no pueden explicar del todo o que simplemente
no pueden explicar. De manera que quizás sea el origen de nuestro satélite otro
de los misterios que permanecerán sin resolver sobre el espacio, aunque sea un
misterio a solo 384 000 km.
Josher
Diciembre
21, 2019
Publicar un comentario