EL DIAMANTE DEL CAPITOLIO DE LA HABANA



  El Capitolio de La Habana es un edificio que se encuentra en La Habana, Cuba. Su construcción se inició el 1 de abril de 1926, por encargo del por entonces presidente, General Gerardo Machado, y su arquitecto principal fue Eugenio Raynieri Piedra. El recinto albergaría las funciones de ambas cámaras del Congreso de la República de Cuba. Fue oficialmente inaugurado el 20 de mayo de 1929. El edificio se ubicó en el corazón de La Habana. Está inspirado en el estilo neoclásico con pasajes de arquitectura modernista y es similar a edificaciones como el Panteón de París, la Basílica de San Pedro de Roma y el Capitolio de Estados Unidos. Su cúpula dorada, de más de 90 metros de altura, contenía láminas bañadas en oro como elemento característico. Una de sus atracciones principales o particularidades, es el llamado Salón de los Pasos Perdidos que conduce hasta el Diamante que marcaba el kilómetro cero de la Carretera Central de la Isla, fundamental obra de ingeniería en la época y que constituye una de las 7 Maravillas de la ingeniería civil y la arquitectura cubana.



  El diamante del Capitolio de La Habana es una piedra vinculada a varias historias de misterio. La joya, de 25 quilates tuvo como primera dueña a la célebre María Antonieta de Francia. Sin embargo, pronto cambió de manos y fue a parar a la corona de Nicolás II, el último zar ruso. Al tomar el poder los bolcheviques en la Revolución Socialista Rusa en octubre (noviembre) de 1917, el zar fue obligado a abdicar. Su familia fue desposeída de las riquezas y entre las muchas joyas confiscadas estaba la corona, a la cual despojaron de sus diamantes. Posteriormente pasó a manos de un joyero turco llamado Issac Estefano, quien lo introdujo en Cuba junto a otras piezas. Por situaciones adversas en su vida se vio en la necesidad de venderlo en un precio inferior a su valor, se había quedado ciego y luego de fallidos intentos de venta finalmente lo vendió a Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras Públicas del Gobierno de Gerardo Machado Morales, por el precio de 12 mil pesos (3 mil los puso él y 9 mil los entregó el contratista encargado de la construcción del Capitolio, obra que no había culminado todavía).

  En el año 1929 la joya fue instalada en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio de La Habana. Su ubicación marca el punto cero de donde parte la Carretera Central que recorre toda la Isla. Sin embargo, a pesar de las vueltas del destino que había tenido esta piedra, en el año 1946 ocurrió el mayor misterio: desapareció sin dejar rastro.



  El lunes 25 de marzo de 1946, en la mañana, desapareció el diamante del Capitolio. El diamante se encontraba dentro de dos capas cubiertas por un grueso granito, mientras que por fuera lo resguardaba un cristal considerado como prácticamente  irrompible. Según los historiadores, el robo parecía haber ocurrido en solo media hora. En la mañana de ese día, Enrique Mena, que se encontraba de guardia en el lugar, se percató de que la joya no estaba en el lugar que le correspondía. Y no estaba en ninguna otra parte del Capitolio. El día anterior al crimen habían clausurado una exposición de artes plásticas en el Salón de los Pasos Perdidos que no implicó ninguna organización especial en la custodia del inmueble. Según se dice, la vigilancia en la noche tenía miedo del fantasma del senador Clemente Vázquez, quien había sido asesinado 14 años atrás. Los ladrones, quizás conocedores de esa creencia, podrían haber aprovechado esa oportunidad para sustraer la joya.

  Aparecieron algunas evidencias: el forro de un sombrero que tenía rastros de sangre, algunos fósforos y un texto escrito a lápiz en el piso con las palabras: “2:45 a 3:15 – 24 kilates”. Todos pensaron que ese fue el tiempo que se tomaron los ladrones para cometer el hecho. También fueron investigados los policías que ejercieron como custodios esa noche pero a pesar de todas las investigaciones, nada apareció como resultado.

  Casi dos años después, en 1948, el diamante apareció tan misteriosamente como había desaparecido, en un sobre sin remitente, nada más y nada menos que en la mesa del despacho de Ramón Grau San Martín, quien fuera presidente de la República de Cuba en el periodo 1944-1948 (anteriormente lo había sido en 1933). Ramón Grau citó a varios políticos influyentes a su despacho para comunicarles que había recibido la joya de forma anónima. El presidente decía que parecía ser la misma joya que había sido robada del Capitolio, y que no tenía idea de quien lo había puesto allí.

  Hubo muchas sospechas. Muchos no creyeron la historia de Grau y que el diamante llegase a sus manos así como así, o por la generosidad de un desconocido. Se establecieron también varias teorías al respecto, sin que fuera posible demostrar la veracidad de alguna. Tiempo después, a través de una entrevista, se supo que José Manuel Alemán, el Secretario de Educación, fue quien le envió el diamante a Grau, pero eso nunca pudo probarse del todo, ni se supo cómo llegó a las manos de Alemán. Luego llegó la leyenda popular: muchos comenzaron a decir que el ministro quería regalarla a la cuñada del mandatario, Paulina Alcina. Otros aseveraban que miembros de la oposición al gobierno habían estado detrás del robo. Lo cierto de esta historia es que nunca llegó a esclarecerse.



  Con posterioridad, el diamante fue devuelto a su lugar original en el corazón del Capitolio y allí permaneció hasta 1973, año en que fue sustituido por una réplica, pues el gobierno cubano sospechaba la posibilidad de que pudiera volver a desaparecer.

  El diamante original, que otrora perteneciera a la corona del zar Nicolás II, se conserva en el Banco Central de Cuba, aunque se dice que desde 1973 ningún medio de prensa ni persona lo ha vuelto a ver.

Según la Revista Sputnik, en noviembre del 2017 la fábrica rusa de diamantes de Smolensk entregó a Cuba una nueva piedra preciosa a petición del Instituto Bering-Bellingshausen para las Américas. Este nuevo diamante es una muestra de la amistad cubano-rusa. Se denomina “El Fiel” y ocupa el lugar del anterior, en el suelo del Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio de La Habana.



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